Un grupo de teatro llega al pueblo de Silvano. El chico los ayuda durante la semana de representación a
la vez que descubre su fascinación por esta actividad y su sensibilidad hacia la poesía. Una de sus tareas
es cuidar los caballos de la compañía, Zoa y Azor. Sin embargo, Tomás, que envidia a su primo Silvano,
provocará una desgracia: deja abierta la jaula donde están los caballos y son atropellados por un coche.
Zoa queda malherida y Azor muere. Silvano carga con las culpas, aunque al cabo del tiempo la situación
se aclara.
Para la gente de su pueblo, Silvano es un niño raro y solitario al que, además, le gusta escribir poesía. La incomprensión que siente desaparece cuando conoce al director de una compañía de teatro ambulante, que le va a transmitir su pasión por los versos y el respeto y el cuidado de sus caballos: Zoa y Azor. Pero Tomás, el primo de Silvano, y sus amigos están siempre dispuestos a meterse con él.