Cuando iba al instituto y jugaba en un equipo, no había partido sinque se diera la siguiente situación. Un rival manejaba la pelota deespaldas a portería y uno de nuestros defensas le encimaba. Elentrenador le gritaba «sin falta». Nosotros le decíamos «sin falta».Los padres desde la banda le ordenaban «sin falta». Pasaba un avióncon una gran pancarta en la estela, donde se podía leer un bonitolema: «Sin falta». Nuestro defensa, evidentemente, terminaba haciendofalta. Y el entrenador se giraba al banquillo para blasfemar. Nosotros abríamos los brazos como inquiriéndole, pero, hombre, te estamosdiciendo «sin falta». Los padres se iban a almorzar al bar. Nuestrodefensa se encogía de hombros y protestaba con la boca pequeña. Sabíaque había hecho falta, todos lo sabíamos. Sabía que no debería haberla hecho, pero no lo podía evitar. La vida sería más fácil si nohiciéramos lo que sabemos que no hay que hacer, pero a menudo no lopodemos evitar.